Desperté
sin saber muy bien a qué hora, el sol ya había salido, me levanté de la cama y
miré a mí alrededor. Paredes blancas, piso de alfombra vieja y el colchón con
unas dos sábanas para abrigarme. Seguía allí, en aquél detestable apartamento.
Me quedé sentada en la punta del colchón por un rato, mirando el suelo. Es real... Es jodidamente real... me dije entre sollozos.
Me levanté y le di una patada al
colchón con un gruñido acompañado de angustia proveniente de mi garganta. No
iba a dejar que ellos me hicieran sentir así, ellos no tenía la culpa, la culpa
era del viejo. Mientras desayunaba en el pequeñísimo comedor el silencio me
abrumaba, miré la taza con menos de un dedo de café y me imaginé su rostro en
él. Manoteé la taza con odio y esta cayó al suelo quebrándose en varios pedazos
mientras que el líquido marrón, casi negro, se esparcía en el piso de madera.
Busqué un trapo para limpiar el
piso y después comencé a juntar los pedazos del suelo, cuando terminé los tiré
a la basura y fui a ponerme los zapatos, metí mis manos en mi chaqueta cuando
encontré mi celular. La felicidad invadió mi rostro, sabía que no llamaría a la
policía, no podría hacerlo por el bien de mi madre, pero al menos podría hablar
con alguien cuando lo necesitara.
El sonido de alguien tocando la
puerta se coló por mis oídos, rápidamente guardé el celular en su lugar y
caminé a la puerta, la abrí y allí estaba el mismo muchacho de ayer, no el
jefe, sino el sádico de la pistola. Sin decir nada este se adentró sin decir
nada y cerró la puerta detrás de él, caminó hasta la mesa y dejó su mochila
sobre ella.
—¿Qué haces?
Ignoró mis palabras y abrió la
mochila, me acerqué a él para intentar comprender qué hacía, metió la mano en
el interior de la mochila y sacó una cajita pequeña de cigarrillos y después un
gran cuaderno. ¿Eh? Abrió
el cuaderno el cual tenía las hojas con un hueco perfecto para guardar un... ¿silenciador?
—¿Es eso un silenciador? —pregunté.
No dijo nada y sacó otros tres
libros más, al abrirlos todos tenían agujeros y partes de lo que parecía ser un
AKA 47.
—¿Es un AKA 47? —de repente me
miró como si hubiera dicho la cosa más estúpida del mundo.
—M16, fusil de asalto hecho en
Estados Unidos —informó.
De la caja de cigarrillos sacó
algo que no pude ver bien por su rapidez, se levantó con lo que sea que había
agarrado y cargó el arma mientras caminaba hacia la ventana. Apoyó la parte
trasera del fusil sobre su hombro.
—¡Trae el silenciador! —Lo agarré
y fui hasta él, lo arrebató de mis manos y lo colocó en su lugar —Abre la
ventana —ordenó. Hice caso nuevamente y la abrí.
Él miró concentradamente por la
ventana, no estaba segura que estaba haciendo, lo único que sabía era que tenía
a un asesino (o algo muy parecido a ello) profesional ante mis ojos que no
tenía en sus planes matarme, al menos por ahora. Que vida normal que llevas, eh,
Irina.
Al cabo de unos segundos vi como su cuerpo se tensaba un poco y notaba la concentración en sus ojos y entonces... disparó.
Nada de choques de autos, nada de
bocinados, nada de gritos de inocentes, solo el corriente sonido de la vida en
la ciudad sonando a través de la ventana.
Lo miré y no encontré ninguna
reacción en su rostro.
—No entiendo nada, por...
—Claro que no lo haces, no te he
explicado nada aun —interrumpió con una sonrisa burlona —. Cierra la ventana,
nos vamos de aquí —informó cargándose el fusil sobre el hombro.
Después de seguir sus órdenes,
salimos del departamento, cerré la puerta detrás de nosotros y él comenzó a
subir las escaleras rápidamente.
—¡Apúrate! —chilló.
Comencé a correr detrás de él y
cada veinte escalones me preguntaba cuánto más tendríamos que subir hasta que
finalmente llegamos al techo del lugar, no era que mi condición física
estuviera en mal estado, pero tampoco era una deportista. Llegué arriba con el
corazón casi en la mano mientras que él caminaba con normalidad como su hubiera
estado haciendo solo un paseo turístico con la abuela.
—¡Maldita sea, Irina! Mueve ese
trasero tuyo —lo miré con el ceño fruncido mientras recuperaba algo de aire y
lo seguía hasta donde había un helicóptero, ¿helicóptero?
Jamás había visto uno tan de cerca
hasta aquél momento, él se subió y luego me extendió la mano para que me
subiera, la cual rechacé con molestia y algo de bronca. Me apuntó un asiento
donde me senté.
—Colócate las correas —dijo y
ello hice, no fuera a ser que moriría cayéndome del helicóptero por idiota.
Él hizo lo mismo y se puso algo
en los oídos, eran unos auriculares grandes con micrófono, se puso a hablar
pero no lo entendí, estaba hablando en otro idioma que no tuve tiempo de
reconocer. El helicóptero comenzó a elevarse y sentí nervios, mis pies (o mejor
dicho, el helicóptero) había dejado de tocar tierra y ya estaba volando por los
aires. Era muy diferente a los aviones, la sensación estaba más repleta de
adrenalina y algo de miedo.
Llevé mi mirada hacia él por unos
momentos, seguía hablando aunque no pude escucharlo, el sonido de las hélices
era realmente molesto. Sus ojos eran color miel, recién ahora había podido
pensar en ello, su cabello castaño estaba despeinado y tenía sombras de lo que
pronto sería una barba, me pregunté qué edad tendría.
Después de un rato el helicóptero
aterrizó, él bajó primero de un salto dejando la mochila y el fusil, le seguí
detrás, confundida y algo aturdida. Él caminó tranquilo y en silencio hasta una
puerta y bajamos las escaleras del techo, no tuve tiempo de mirar la vista ni
de saber dónde me encontraba, lo único que pude saber era que el edificio era
muy alto.
Bajamos como tres pisos hasta que
él abrió una puerta, ingresé detrás de él y nos encontrábamos en un pasillo, ni
muy grande, ni muy chico, perfecto para que cuatro personas pasen al mismo
tiempo.
—Ven —soltó, nuevamente le seguí
por el pasillo, este estaba repleto de puertas cada cuatro metros, finalmente
llegamos a una puerta. El número 46 estaba en una pequeña placa plateada, él
tocó tres veces y quedamos en silencio.
—¿Qué es esto? —pregunté, pero no
respondió, volteó y me miró de pies a cabezas con una sonrisa ladeada. No está nada mal, pero... Que
tipo más raro.
De repente abrieron la puerta, el
hombre de ayer, el jefe de este -creo- se presentó ante nosotros, esta vez, en
lugar de lucir un traje carísimo llevaba una musculosa blanca y unos pantalones
deportivos negros. Me miró de pies a cabezas, examinando mis jeans rotos y mi
buzo sucio.
—Ven, muévete —dijo de mala gana,
caminé siguiéndole, la habitación era un gimnasio vacío, no había nadie a
excepción de nosotros tres.
Él caminó hacia unos lockers
azules y de uno sacó un conjunto de ropa, una remera blanca y pantalones
negros, este me los entregó mientras que el otro muchacho buscaba algo en otro
locker. El hombre frente a mí era bastante alto, aunque se veía más agresivo en
casa, cualquiera puede verse
agresivo teniendo un loco con un arma y un Hulck a su poder.
—Mi nombre es Chase —dijo
finalmente —y él es Eliot, nosotros estamos a cargo de ti.
—Somos tus niñeras —explicó
Eliot, la broma no pareció gustarle mucho a Chase, vi como levemente fruncía el
ceño, sus cejas eran marcadas, aunque no mucho, parecían perfectas, como un
modelo, y su barba era mínima, al igual que su bigote, no eran muy largos y le
daban un aspecto elegante y serio.
—Vas a ir a ponerte esto, dejarás
tu ropa en este locker y te vas a parar en esa máquina de correr por una hora o
hasta que me aburra —levanté las cejas, sorprendida —. Ahora.
Jojo, con que Chase, eh *guiño guiño codazo codazo* xD No tiene foto en la sección de personajes, me he llevado un chasco xD
ResponderEliminarYey! Ya empieza el entrenamiento, ahora viene la parte que me gusta (?)~
"De la caja de cigarrillos sacó algo que no pude ver bien." .___. Hombre, si es una caja de cigarrillos, supongo que sacó un cigarrillo, ¿no? xD
JAJAJA, ay, pronto pondré la imágen ;* Y sobre los cigarrillos, no lo eran xDD
EliminarVale, fallo mío xD
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